Al principio el brío lo era todo. Luego, la distancia nos saludó para poder aceptar la convivencia. Entonces, el brío se alejó, por unos días, y nos quedemos con la distancia y la convivencia. Pero luego, el brío, igual de silvestre, vuelve, sin saludar y nos posee para que recordemos el temblor, la locura y el vértigo de estar vivos.